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A lo largo del último siglo, el sector de la construcción ha sido testigo de una evolución progresiva y vital: la incorporación de sistemas de protección colectiva como las redes de seguridad. Lo que comenzó como una necesidad urgente frente a las alarmantes cifras de siniestralidad, se transformó en una revolución técnica y normativa que ha salvado miles de vidas en toda Europa.

Este artículo propone un recorrido profundo por la historia de las redes de seguridad: desde los años en los que la caída era una fatalidad asumida, hasta la consolidación de normativas europeas como la EN 1263. Exploraremos cómo la experiencia tradicional en redes de pesca y deportivas dio paso a soluciones específicas para la construcción, y cómo empresas pioneras como nosotros; Benimeli jugamos un papel decisivo en este proceso. Además, repasaremos estadísticas impactantes, hitos legislativos clave y los beneficios tangibles que ha traído esta transformación.

Si trabajas en prevención de riesgos, construcción, ingeniería o simplemente te interesa cómo la combinación de innovación y responsabilidad puede cambiar industrias enteras, este artículo está escrito para ti.

Te invitamos a seguir leyendo y descubrir cómo las redes de seguridad pasaron de ser una idea innovadora a convertirse en un pilar esencial para proteger la vida en las obras.

Historia de las redes de seguridad en la construcción

Décadas sin redes: construcción de alto riesgo

Durante gran parte del siglo XX, la construcción se llevó a cabo sin medidas colectivas de protección frente a caídas. En obras de edificios y puentes elevados, los trabajadores a menudo dependían únicamente de su equilibrio y de rudimentarios arneses o cinturones de cuero. Las caídas desde andamios eran frecuentes y, lamentablemente, a menudo mortales. En 1970 se contabilizaron en España más de 2,1 millones de accidentes laborales con baja, de los cuales 2.693 fueron mortales. Estas cifras estremecedoras ilustran la realidad de unas obras donde la siniestralidad era un suceso de todos los días. En ese contexto, los proyectos de gran envergadura solían cobrarse decenas de vidas por falta de protecciones adecuadas.

A medida que avanzaba el siglo XX y aumentaba el tamaño y la altura de las construcciones (rascacielos, puentes colgantes, grandes presas), la siniestralidad laboral se convirtió en una preocupación pública creciente. En España, el boom constructivo de los años 60 y 70 vino acompañado de un alarmante incremento de accidentes en obra. Hacia 1970, los accidentes laborales costaban al país el equivalente al 7% de la renta nacional en pérdidas económicas, además de las incalculables pérdidas humanas. Este panorama provocó demandas urgentes de mejora: resultaba evidente la necesidad de soluciones innovadoras para salvaguardar a los trabajadores en altura.

 

Primeros indicios de cambio: tradición pesquera e ingenio

Paradójicamente, la inspiración para mejorar la seguridad en obras provenía de un saber tradicional: las redes de pesca. La técnica de tejer mallas resistentes –capaces de atrapar peces o amortiguar la caída de trapecistas en circos– ofrecía una posible solución para las caídas en construcción. Ingenieros visionarios comenzaron a experimentar con redes bajo zonas de trabajo elevadas. Un hito temprano ocurrió durante la construcción del Puente Golden Gate en San Francisco (1933-1937): se instaló una enorme red de seguridad bajo el tramo principal del puente. Esta red salvó la vida de 19 operarios que cayeron durante la obra.

Aunque el Golden Gate no está en Europa, su ejemplo resonó internacionalmente. Aquella red –inspirada en las redes pesqueras y fabricada con un resistente entramado de cuerda– marcó el inicio de un fenómeno global que previno un número incalculable de muertes. Las enseñanzas de estas primeras experiencias iban calando en el sector de la construcción: combinar la tradición artesanal con soluciones técnicas novedosas podía ser la clave para hacer bien las cosas. Como reza el eslogan corporativo de Benimeli; “Aunar tradición y tecnología es la forma inteligente de hacer bien las cosas” – y precisamente esa filosofía era la que empezaba a aplicarse en la seguridad laboral.

 

Auge constructivo y reacción normativa en Europa

El periodo de reconstrucción de posguerra y el desarrollo económico de las décadas de 1950-1970 trajeron un auge de la construcción en Europa. Grandes proyectos de infraestructura y vivienda se multiplicaron en países como Reino Unido, Alemania, Francia y también en España. Pero este crecimiento exponencial vino acompañado de elevadas tasas de siniestralidad. En España, por ejemplo, en los primeros nueve meses de 1990 se registraron 918.450 accidentes laborales, de los cuales 1.449 fueron mortales. Ante las continuas tragedias en las obras, la sociedad y los gobiernos comenzaron a exigir respuestas contundentes.

A partir de los años 70, se impulsaron las primeras normas nacionales de seguridad en construcción. En España se promulgó en 1971 la Ordenanza General de Seguridad e Higiene en el Trabajo, que por primera vez establecía requisitos de protección en obras. A nivel internacional, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ya había propuesto convenios sobre seguridad en la construcción desde 1937 y, más adelante, en 1988 (Convenio 167) reforzó estas disposiciones.

Pero fue especialmente en la Comunidad Europea, a finales de los 80, donde se gestó un marco normativo común: la Directiva 89/391/CEE de 1989 sentó las bases de la prevención de riesgos laborales en todos los países miembros. Poco después, la Directiva 92/57/CEE de 1992 –específica para obras de construcción temporales o móviles– estableció por primera vez obligaciones claras de protección contra caídas de altura. Esta directiva exigió medios de protección colectiva allí donde fuera técnicamente posible: barandillas, plataformas o redes de seguridad. Solo en caso de imposibilidad se permitiría recurrir a arneses individuales.

Esta jerarquía supuso un cambio de paradigma: antes que nada, hay que instalar barandillas perimetrales, redes de seguridad u otras barreras colectivas para evitar caídas, relegando los arneses personales a última medida. La filosofía quedó consagrada también en la Ley española de Prevención de Riesgos 31/1995: los sistemas de protección colectiva deben anteponerse a los equipos de protección individual.

 

La primera norma europea de redes de seguridad (EN 1263)

La estandarización técnica acompañó a la legislación. Hasta los años 90, los fabricantes de redes de seguridad carecían de un estándar unificado. En 1997, esto cambió con la aprobación de la Norma Europea EN 1263-1 “Redes de Seguridad”. Esta fue la primera normativa europea específica que definió los requisitos de fabricación, ensayo y montaje de las redes de seguridad en construcción.

La EN 1263-1 clasificó las redes de seguridad en cuatro sistemas (S, V, T y U) según su forma de instalación. Los Sistemas tipo S son redes horizontales de gran tamaño, pensadas para cubrir grandes huecos. Los Sistemas tipo V, por su parte, son redes que se sujetan mediante pescantes tipo horca fijados al borde de la estructura. Junto a estos, el estándar definió también el Sistema T (redes horizontales montadas en estructuras rígidas tipo bandeja) y el Sistema U (redes verticales usadas como protección lateral).

La entrada en vigor de esta norma supuso un salto de calidad. Las redes debían superar ensayos de impacto, resistir la intemperie y llevar etiquetas de identificación. Además, la norma obligó a entregar pequeñas mallas testigo para evaluar su envejecimiento periódicamente. Gracias a estas medidas, la fiabilidad de las redes aumentó notablemente en toda Europa.

 

Fuimos pioneros en España: de las redes deportivas a la seguridad en obra

En paralelo al desarrollo normativo, algunas empresas visionarias contribuyeron a impulsar y perfeccionar las redes de seguridad. Un caso destacado es el de nuestra empresa Benimeli.

Empresa española con raíces en la fabricación de redes deportivas y cordelería tradicional. Fundada hace más de cuatro décadas, En Benimeli comenzamos produciendo redes para disciplinas como fútbol, voleibol o tenis –ámbito en el que nuestros productos alcanzaron renombre a nivel nacional.

Con esa sólida tradición en tejidos de alta resistencia, nuestra empresa supo anticipar la emergente demanda de redes de seguridad para la construcción. Ya en los años 90, cuando las nuevas normativas europeas estaban en gestación, nuestra empresa; Benimeli trabajó codo a codo con las grandes constructoras. nuestros técnicos colaboraron con jefes de obra, departamentos de compras y responsables de prevención para diseñar soluciones eficaces adaptadas a cada proyecto.

Cuando entró en vigor la norma EN 1263, estuvimos entre las primeras en certificar nuestras redes conforme a los Sistemas V y S definidos en la norma y también obtuvimos tempranamente la marca de calidad AENOR.

 

Nuestra experiencia deportiva de Benimeli se tradujo en un fuerte énfasis en la calidad y la innovación tecnológica. Fuimos pioneros en la fabricación de redes de seguridad adaptadas a las exigencias del sector, incorporando fibras sintéticas de alta tenacidad y desarrollando tratamientos contra rayos UV. Mantuvimos siempre la esencia de la artesanía: cada nudo tipo inglés bien apretado, fijado con resinas, capaz de absorber la energía de una caída.

 

Menos caídas, obras más seguras: el impacto hasta hoy

La introducción de redes de seguridad certificadas ha tenido un impacto notable en la reducción de accidentes. En poco más de medio siglo, el número anual de muertes laborales en España se ha reducido de casi 2.700 a alrededor de 600, es decir, una cuarta parte. En particular, tras el año 2000 se observa un fuerte descenso coincidiendo con la plena aplicación de la Ley de Prevención 31/1995 y el uso generalizado de protecciones colectivas.

Evolución resumida de la siniestralidad mortal en el trabajo (España, 1970-2024)

(España, 1970-2024)

Tramo de años

Media anual de fallecidos

1970 – 1979

1 951

1980 – 1989

1 297

1990 – 1999

1 006

2000 – 2009

928

2010 – 2019

556

2020 – 2024*

638

* El dato de 2024 es provisional (avance enero-diciembre).
Promedios calculados a partir de la Estadística de Accidentes de Trabajo (ATR) del Ministerio de Trabajo

 

Entre el primer tramo (1970-79) y el último quinquenio (2020-24) la mortalidad laboral se ha reducido en torno al 62 %.

Un factor clave fue la implantación masiva de redes de seguridad homologadas en obras de construcción desde mediados de los 80, consolidada con el Real Decreto 1627/1997, que minimizó las caídas en altura —tradicionalmente responsables de cerca de un 20 % de los fallecimientos—.

Año 2020 (pandemia): la cifra descendió adicionalmente debido a la parálisis temporal de las obras y otras actividades presenciales durante los confinamientos, lo que redujo la exposición al riesgo en el sector.

Las redes de seguridad modernas están diseñadas para detener la caída limitando la distancia y el impacto, evitando lesiones graves o mortales. Su correcta instalación puede suponer la diferencia entre una vida salvada y una tragedia. Por supuesto, deben combinarse con otros elementos –como barandillas, líneas de vida o arneses en tareas puntuales– para lograr entornos verdaderamente seguros. Sin embargo, su contribución es ya innegable: donde antes una caída desde varios metros era sinónimo de muerte, hoy puede ser una situación controlada gracias a un sistema bien diseñado.

Además, no solo protegen al trabajador en altura: las redes también impiden que herramientas, escombros o materiales caigan sobre otros operarios o viandantes, convirtiéndose así en un elemento clave de seguridad colectiva en cualquier entorno de obra.

 

Uniendo tradición y tecnología para salvar vidas

La historia de las redes de seguridad en la construcción es un relato de aprendizaje, innovación y compromiso con la vida. Europa –y especialmente España– han recorrido un largo camino: desde los años de inacción y riesgo, hasta el desarrollo de un marco normativo riguroso y tecnologías de fabricación avanzada.

En este recorrido ha sido crucial la capacidad de aunar la tradición con la tecnología. La tradición aportó el saber hacer de quienes trenzaban redes para la pesca o el deporte. La tecnología sumó fibras de alto rendimiento, ensayos de laboratorio, controles de calidad y normas técnicas exigentes. Juntas, tradición y tecnología han logrado lo que parecía imposible: permitir que un trabajador suba a 20 metros de altura sabiendo que, incluso si resbala, hay algo bajo sus pies que lo salvará.


En Benimeli estamos orgullosos de ser una de las primeras empresas en preocuparse por la seguridad en obra y buscar soluciones técnicas eficaces. Nuestra trayectoria es testimonio del compromiso constante con la calidad, la prevención y la vida.


Somos Benimeli, y estamos para ayudarle en sus necesidades.
Contacte con nosotros para asesorarle en soluciones de redes de seguridad y protección colectiva.


Fuentes consultadas: Legislación europea y española (Directivas 89/391/CEE, 92/57/CEE, Ley 31/1995), Norma UNE-EN 1263, informes del INSST, OIT, datos históricos del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, documentación institucional de Benimeli, artículos técnicos y prensa especializada del sector.

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